Sunday, November 14, 2004

Hubo un tiempo

Hubo un tiempo en el que en las notas de una guitarra perseguía lo Eterno, lo Grande. Hubo un tiempo en el que los acordes sonaban a simpleza, a plenitud diáfana y mayestática. En esos días corrí tras El dejándome llevar. Siguiendo su pista caminé agitado por calles de mi tierra que se alargaban hasta cambiar de nombre y llamarse Ciudad. Hermanado a mí mismo, con epicúrea conciencia, yo era el humo de un cigarro, un absenta servido sin el cubo de azúcar que se deshace al llorar. Las pastillas y los cartones, Mitsubishi y Tin Tin.
Hasta que un día con el silencio, llegó el tiempo del Silencio, y con el tiempo, el silencio. Perdida su esencia ya no sentía su olor.
Pregunté por su rostro y vi solo cuerdas y membranas tensadas que vibraban y nada más. Entonces no creí más en El. Su nombre era tiempo con transparencia perdida; era solo segundos vestidos de colores. Pensé que era tiempo de dejarle escapar.
Me aparté y desaté el hilo que mantenía unidos mis pedazos. Me senté en la banca de un parque a verlos volar por lugares ignotos. Se elevaron y llegaron tan alto que cayeron al fondo, y con el fondo los ratos de completo silencio; es cierto que me volví más frío, más pesado al final, como si hubiera caído en el lago donde mi reflejo por primera vez fue tal cual yo era, sin orlas ni espinas.... pero también es cierto que todo apareció completo y sencillo. Era vida y nada más.
En su proteica consistencia, había conseguido mi vida ser Dios; pues cuando estuve seguro que le había perdido, allí estaba de nuevo, el Diminuto, el Inexistente, escondido en el polvo que iba dejando un chucho al correr en el parque tras una pelota azul que rebotaba y rodaba hasta detenerse sobre un montón de hojas secas, al que hacía saltar hozando con su hocico. Contento sonreí al verle llegar. Esa noche dormí tranquilo, en el calor de mi hogar, en la quietud de mi almohada, donde puse a descansar cien años que hacía tiempo llevaba bajo el brazo.
Al día siguiente le vi salpicar en las olas, perderse en la espuma y aparecer escrito en la arena que la resaca dejaba, como una partitura perfecta que solo en mis sueños había podido escuchar. Me mojó el alma dejándome, al tocar la sal mi piel excoriada, un prurito casi masoquista. Día tras día esa música etérea que antes estaba encerrada, ahora se colaba por mis fosas nasales y rezumaba por mi frente para unirse de nuevo en el retorno a lo alto. Era vida caminando, mientras yo leía mi conciencia, sentado en la arena, en un libro que Ella (que tampoco existía) me había dejado una noche junto al espejo del baño.
Desde entonces se descorría el velo tres pulgadas por día. Quedó dibujada mi silueta en las hojas del libro que leí mientras se borraba el Yo que ya no era mío. De todas las formas, de cada segundo, de momentos nacidos el uno del otro, salía yo entero, discreto y distinto. I’m Jack The Weak. Yo, el megalómano sincero e imposible.
En ese tiempo todo era verdad. Comprendía sin preguntar por los nombres. Hablaba en silencio sin confundir las ideas. Lo Eterno, lo Grande... Sus nombres como el triste tañido de la campana de una Iglesia abandonada. Palabras prescindibles, aunque al tiempo amables, eran la presciencia de esa mi vida que empezaba a brillar, volvía al origen, al corredor del colegio por el que, cuando niño, caminaba los miércoles para llegar al altar donde le pedía al crucificado que la semana siguiente musitara despacio espesas palabras que denotaran mi hado... Hasta que un día hubo un tiempo que entre las piernas de una mujer amante de mi madre, húmeda inteligencia, se abrió esa puerta al altar altitonante. Allí encontré mi piel, extendida sobre el mármol, tatuada con mis momentos, explicaciones y memorias de un tiempo que aún no conocía. Junto al libro que me había dejado, allí estaba Ella.

Sunday, October 24, 2004

El final de Cristo (Etica histórica)

La intención del mensaje de Jesús era poner a los hombres de su pueblo como centro de las leyes, filosofía que de alguna manera se ha reafirmado en el pensamiento occidental (partiendo desde de Descartes) con el nacimiento del idealismo, al revalorizar el subjetivismo como principio del conocimiento. A pesar de ello, Jesús fracasó en su objetivo, porque la mayor parte de los judíos persistieron en su posición, y no aceptaron la nueva fe profesada, siendo que por su mensaje simple proliferó más en las masas populares gentiles, sin dejar de ser enemiga declarada del judaísmo. Lo que es peor, incluso el mensaje de Cristo fue transmitido inexactamente, pues es ahora sabido por los exegetas que la interpretación que se le dio estuvo influenciada por el dominio monopolístico que de él tenían algunos apóstoles, si no con plena intención de falsearlo, al menos de cumplir el objetivo de ganar adeptos a la doctrina.
Los principios filosóficos generales del cristianismo, tales como el libre albedrío o el amor al prójimo son asumidos como verdades, cuando en realidad no tienen ningún fundamento, y son sentencias puramente intuitivas, pues se conciben como verdades a priori no deducidas, sino tomadas directamente de la palabra de Dios; son verdades dogmáticas. Aunque lo conspicuo de Jesús radica precisamente en ello, en su intuición como personaje de genio, pues adelantó en siglos al pensamiento occidental. El cree en su verdad y forja su vida de acuerdo a ella, dando un sentido a la muerte en la promesa de la vida eterna y con eso una dirección nueva a la comunidad, dejando a un lado la mezquina mentalidad judía que no conocía la inmortalidad, sin cuyo sentido trascendente de la vida, la sociedades primitivas no podían vincularse a un objetivo que les permitiera interactuar. Por eso la suerte de los judíos no es casualidad, es causa directa de su forma de ver la vida y no lograr adaptarse en la sociedad y por el contrario granjearse el odio de sus coetáneos hasta la II Guerra Mundial. Jesús habló de esos errores anticipándolos.
De cualquier forma, fueron esas nuevas verdades del cristianismo, las que (malogradas la mayoría de veces) han llevado al mundo a lo que es hoy, pues su influencia es patente, sobre todo en el mundo occidental, cabeza de guía indiscutible del mundo. Paradójicamente, su fortaleza reside quizá en su aspecto más oscuro, que es el dogmatismo; pues es una religión que se asume con gozo, con entrega total, sin requerir de sus adeptos esfuerzo para comprender las verdades supremas; no les pide que piensen: la salvación es un regalo para todos los pecadores que reconozcan a Cristo como su único salvador. Es un trato por demás conveniente que, a pesar de todo, innegablemente ha logrado que millones de personas hagan de sus vidas algo con más sentido que la destrucción. En este sentido me parece es válida como subterfugio para soslayar las mayores dificultades de la vida, pero sólo en tanto sean una forma de acceder al camino que lleva a ella, y no en como un reallano donde se obvie la búsqueda incesante de su sentido y por tanto se olvide finalmente de ella.
La religión termina siendo como esas rueditas que se colocan a la bicicleta para aprender a manejarla: ayudan a obtener una guía, pero una vez se consigue esta, resultan innecesarias y hasta un estorbo. La humanidad debe de estarle agradecida al cristianismo porque ha marcado la pauta para conformarse socialmente, y enfilarse hacia un rumbo aproximado. Pero tal vez es tiempo de afinar ese rumbo. No es inaceptable que el que así lo desee pueda seguir andando con rueditas, pero para otros, quizá sea hora de crecer.
El amor entre la humanidad y la religión cristiana se escribió con mucha turbulencia; fue un amor inmensamente pasional. Dejó mucho sufrimiento, mucha sangre y mucho dolor, pero también regaló felicidad y alivio para muchos. Para el que quiere avanzar es insostenible tanto el querer olvidarla por completo como el querer aferrarse a ella. Su mensaje será eternamente bello mientras sea al pasado a donde pertenezca.

Tuesday, October 12, 2004

Etica histórica

La religión tiene como objetivo primordial mostrar el sentido final de la vida; revelar la finalidad de la existencia del hombre. En el intento por encaminar al hombre en esta dirección, inevitablemente ha tenido que inmiscuirse en cómo este debe vivir y por eso, a través de la historia, ha cumplido con una función social, formulando indirectamente modelos organizativos. La civilización helénica, por ejemplo, partió de la tradición mitológica para formular una filosofía, que incluía la organización social, así como los judíos, se rigen con reglamentaciones (el talmud) mucho más amplias que las de las sociedades a las que se adhieren. La religión es el fundamento de donde se desprende la ley, por tanto, podríamos llamarla una metaley.
Así, las instituciones religiosas han resultado inseparables de la figura del Estado y no es sino hasta en tiempos recientes que su influencia ha menguado en el mundo occidental. Con esta nueva visión la religión tal vez pueda evaluarse bajo una perspectiva distinta que le permita revalorarse en tanto al sentido filosófico de que da a la vida en cuanto se perciba su función circunstancial y su influencia sociológica, sustrayendo el sentido dogmático de la misma.
Muchos han sido los filósofos que han desdeñado al cristianismo por resultar entre las religiones mayores como una de las más inferiores por su contenido filosófico. Se presentó en una situación y para un pueblo que estaba muy por debajo su coetánea, la civilización helénica, (o de la oriental, aunque en la época no se concibiera de esa manera) y podría decirse que precisamente fue esa inferioridad de pensamiento la clave de su éxito, pues resultaba adecuada para el vulgo, acostumbrado a no pensar y deseoso de aceptar una verdad sencilla. El concepto de un único Dios era simplificador en extremo; reducía las ofrendas y además se dejaba a designio de ese Dios todo el devenir del mundo, prescindiendo de los conflictos surgidos por la interacción de diversos dioses, que dicho sea de paso, eran representantes mucho más dignos de las fuerzas contradictorias de la naturaleza. En las religiones asiáticas, ni siquiera se presenta el teísmo y por tanto la comprensión de la naturaleza es subjetiva, es decir que sólo se puede entender desde cada persona, careciendo así de dogmas. Esto en cuanto a las desventajas, discutidas hasta la saciedad en el siglo anterior. Pero existe una contraparte, que merece ser dicha, aunque en último término sea en beneficio de muy pocos, y principalmente de quien dio origen a esta nuestra era: Jeoshua de Nazareth, el Cristo.
Situado en su contexto social e histórico, Jesús era un personaje de excepcionales características, cuyo mensaje representaba una revolución para el pueblo judío, pues se declaraba en claro conflicto contra las amplísimas reglas a las que estaba sometido como judío, y proponía una revalorización del hombre ante la ley divina, proponiendo a esta como servidora de aquél.

Me veo obligado a continuar en una tercera parte, porque a pesar de todos los esfuerzos, me fue imposible concretar en tan poco espacio... a pesar de los alegatos del tedio.

Wednesday, September 29, 2004

(Masturbador)

“Si hay manos reservadas para dirigirse al infinito y al universo, esas son las manos del masturbador” Yukio Mishima en La corrupción de un ángel

Hace unos días me hablaba un amigo acerca de mi blog. Me hablaba de lo que no había leído, porque nunca había llegado al final de un post. Y es que no me resulta nada nuevo que sea tan poco interesante lo que escribo, después de todo parece demasiado pretencioso para ser un simple blog. Tal vez sería mejor hacerlo más corto... No, creo que lo único que cabe decir es que resulta aburrido.
Esta semana tenía la intención de continuar lo escrito la anterior acerca de la religión, pero dada la libertad que me da el disponer de mi espacio como si fuera un cuaderno de apuntes, prefiero dejarlo para más adelante y hablar simplemente sobre lo aburrido que resulta. Y aunque mi intención era tocar el tema de lo aburrido en la escritura, resulta inevitable que esto no sea nada más que una apología de lo que escribo, sin importar que nadie lo lea. Algunos leen para perderse, otros para encontrarse.
Tan desesperado parezco (o lo estoy) para hacer una disquisición sobre la primera opinión que recibo (y para colmo de alguien que no lo ha leído completo). Por eso es bueno que no haga esto por dinero ni con la intención de agradar. Sólo me queda, en cualquier caso, soñar con otros aburridos igual que yo.
Es que me parece que estamos ahora los humanos (tal vez igual que siempre) tan poco dispuestos a aburrirnos. Unos por miedo a toparse con ellos mismos, y otros por lo difícil y triste que resulta tener que reinventar la vida constantemente. La costumbre nos hace rodar cuesta abajo con una sonrisa que olvida el aburrimiento del mundo. El trabajo parece ser la mejor solución para olvidar que se vive aburrido, mientras el arte busca trocar en interesante lo que de otra manera y para el resto de la gente es puro sopor. ¿Que hay más aburrido que sentarse a ver el mundo pasar por una ventana cuando no pasa nada? En la pereza del mundo está la belleza. ¿Qué otra cosa es el arte que una representación de la somnolencia de la vida? Es tal vez por eso que quien intenta hacer arte tiene que hastiarse de la vida, aburrirse de ella y en sí, ver el gran bostezo universal en toda su magnitud. Cada día más, perdemos nuestra capacidad de enamorarnos de lo estático, de lo recurrente. La modernidad ha asesinado el romanticismo. La televisión y nuestro ajetreado ritmo de vida ahogan la sublimidad de la contemplación; tomamos antidepresivos para rescatarnos del spleen... y olvidamos así las dudas que la civilización despierta. ¿Trabajo para vivir? ¿Vivir para trabajar? A mí me parece que la vida no tiene ningún sentido en sí.... y aquí me detengo sobre un comentario que Marito (el amigo que dio pie a este artículo) me hizo: “Escribís demasiado existencialista” Tiene razón. No puedo evitarlo. Me aburro. Y tal vez sea solo yo, pero así siento su cadencia. Sé que la vida no tiene sentido en sí, sino el que uno mismo le da; porque se construye a sí misma sobre fantasmas de todo tipo, no nos queda más que escoger las mentiras en las que hemos de creer a lo largo de nuestra vida. Y si alguien dijera que es malo creer en mentiras, yo contestaría: naturaleza humana. Hasta el amor no es sino el sueño de entretenerse juntos.
Nuestros tiempos parecen esconder bajo el entretenimiento del cine, sus letras, las drogas (legales o no), el Internet y la tecnología, seres humanos demasiado contemporáneos, ajenos al dolor del pasado, o a la imposibilidad de evitarlo. Somos seres demasiado entretenidos. Estamos muy cómodos.
A mí me sucede que me aburre tanto entretenimiento. A otros les sucede lo contrario. Me gusta entretenerme conmigo mismo y jugar a ser el masturbador que sueña con el universo del placer ingénito de mi propio ser. La masturbación existencial también entretiene.
En un tiempo de mi vida en que ávidamente busco sonreír más, sueño con despertar junto a mis amigos aburridos... la sonrisa se esconde bajo el bostezo.

Wednesday, September 22, 2004

La religión de ayer

Nietzsche inició el siglo XX con su “Dios ha muerto”, concluyendo así un proceso de debate en contra del cristianismo (aunque finalmente repercutiera en la totalidad del pensamiento religioso) iniciado en el siglo XVI con la Reforma. Con éste planteamiento queda, a mi parecer, definitivamente zanjado el asunto de la religión en tanto a su incapacidad para subsistir como institución social. Aunque esto no signifique que en el terreno de la metafísica la proposición de Nietzsche sea inapelable, es admirable reconocer que las perspectivas que él presentó a través de su obra se han ido materializando de acuerdo a la línea que planteaba. Su pensamiento define hoy una tendencia global, encabezada por Europa, en la que se está produciendo la muerte de la religión. Cada día la gente está mas lejos de ella, mientras que paralelamente, como parte del proceso de remoción, se manifiesta un acercamiento entre las principales religiones de acuerdo a sus planteamientos metafísicos, según son percibidos por la sociedad, es decir, no en las esferas directivas religiosas (que por norma general son los más ortodoxos) sino en las personas comunes que la conforman. Ahora se da más énfasis a los beneficios que cada quien pueda obtener de tal o cual religión sin temer que, por involucrarse con alguna distinta a la que pertenece por nacimiento, su alma esté eternamente condenada. Por tal razón, presenta características más filosóficas y menos religiosas en el sentido tradicional. En todo caso creo, igual que él, que la religión es una etapa de la humanidad que debe ser superada y en cuyo proceso irreversible estamos inmersos en nuestros tiempos.
La secularización de la religión en la entrada del siglo XXI tiende principalmente a una individualización de ella, a crear religiones personales que representan la pérdida de vigencia de la Iglesia como institución, evidenciándose en la proliferación de sectas y, más recientemente, incluso en la tendencia legislativa (Francia, por ejemplo, al prohibir el uso del velo islámico) que la considera como un tema privado, tratándola como tal y previniendo manifestaciones públicas de cualquier tipo de creencias. De esta manera pierde su carácter social producto de la irracionalidad, es decir, que deja de ser impositiva y dogmática y, por tanto, disminuye su autoridad sobre las masas.
La ciencia ha contribuido constante y crecientemente a rechazar los dogmas, principalmente cristianos, a través de estudios psicológicos, sociológicos, arqueológicos e históricos que refutan las antiguas creencias y las hacen muchas veces incompatibles con los hombres racionales de nuestra época, proceso que se inició con el racionalismo de Spinoza, Leibniz y Descartes; dejan de ser válidos en su interpretación estricta y ponen de manifiesto su valor en un sentido mucho más pragmático. Por eso, los países del tercer mundo son aún bastante afectos a la religión, al estar formados en su mayoría por una masa no culta, de donde resulta que son las sociedades con mayor crecimiento de adeptos y hacia donde están enfocando las diversas religiones (y sectas) sus planes para conseguirlos.
Pero frente a la inminente caída de la religión como instrumento social, debe surgir una revalorización de los principios que han resultado beneficiosos para la sociedad, en contrapunto a la evaluación a la que ha sido sometida desde la Reforma. Esta revalorización incluye la apertura hacia el conocimiento de las distintas religiones, apoyada por la globalización (en cuanto se refiere a intercambio cultural), que apuntala la importancia de la ética como eje central de los análisis. Observada bajo este lente, la religión podrá prescindir de sus cultos (la mayoría de los cuales en el fondo resultan ser supersticiosos) y proporcionar un soporte filosófico para la vida de las personas. Aquí radica la importancia de reconocerla desde su perspectiva histórica. (Continuará.... Ética histórica)

Wednesday, September 08, 2004

Nación

Cuando pienso en Guatemala, pienso en confusión; en un lienzo pequeñísimo abigarrado de razas que luchan por definirse y entenderse como conjunto. Somos en ese sentido un pueblo muy joven que busca una identidad y un nacionalismo. Necesidad entendible, pero perniciosa. Nación es una palabra que debemos superar. Tras el demos se esconden las mayores irresponsabilidades y los individuos más débiles.
La nacionalidad debe ser producto de un proceso que en Guatemala apenas se está iniciando. Somos un país formado por razas desarraigadas de su origen que deben forjar una historia en común, de donde surgirá necesariamente una identidad, sea esta en cada raza por separado o en el conjunto. La dificultad para conformarla se presenta principalmente en una división social cada vez más marcada, aparejada con una separación racial, que degenera en una lucha de clases.
Al arte le corresponde reflejar el desarrollo del cambio, no así surgiendo de una identidad ya asentada, sino como parte de un proceso de conformación que sugiere dos alternativas: la producción desde la individualidad de la clase social dominante, y la producción desde las masas, las cuales solo lograrán su representatividad en la medida que produzcan desde su mismo seno personajes capaces de disecarlas (tarea por demás difícil, tomando de ejemplo el largo proceso que sufrió Europa para poder producir arte desde la clase obrera).
Esto resulta evidente si reconocemos que la clase dominante no es capaz de recoger la realidad de una clase trabajadora que la excluye. El papel de las clases altas resulta ser, pues, el de dibujar un retrato de una sociedad dividida, reconociendo que la nacionalidad no puede ser asumida sino en la medida que se traduzcan las diferencias de raza, cultura e historia amalgamadas a fuerza de obligación, bajo una legislación y un estado, en un territorio común.
Los intelectuales y artistas del país (provenientes en su mayoría de las clases altas) deben su labor a negar la presunción de que Guatemala forma un frente consolidado, sino por el contrario, hacer patente el abismo que separa a los distintos sectores de la sociedad. Yo soy partidario de una siempre cambiante nación de la irreverencia que rompa el altar de la ensoberbecida e ilusa eterna primavera. Prefiero fundarla en el deseo de superarción de sí misma, de derribar los ídolos del pasado y de crear en un mundo distinto al del enfrentamiento dualista de la izquierda y la derecha, sin perderlo nunca de vista como realidad inminente.
Por mi parte, pretendo reconocer mi individualidad como el único papel que me toca jugar. No me considero parte de Guatemala. La Guatemala de hoy, para mí, no existe; le corresponde a otros. No es nada, porque mi patria va allá donde yo voy, lo demás es pura circunstancia. La llevo de la mano de lo que creo, de lo que soy. Por eso es una y la misma con la destrucción de lo previo, de lo que debe ser superado. Se queda allí. Es solo un fantasma. Para mí, vivir en Guatemala es un espejismo.

Mi abuelo nació en Santiago Atitlán, a orillas del lago. Creció rodeado de naturaleza y de indios. Cuenta que su padre le dio una cabra montaraz para que la criara. El se ocupaba de darle de comer, y a veces, incluso mamaba de su teta. Ese mundo que para él era pura Guatemala, no existe para mí. Yo crecí en los lindes de la ciudad, en una zona residencial lejos del chapinísimo humo de las camionetas, amamantado por leche de mi MTV.

EN ESPERA DE LA ESPERANZA por Estuardo Castro

La confusión de mi sangre no quiso verte morir.
Esperaba que vinieras sin tu lúgubre camisón.
Siempre necia, siempre triste, te querías desangrar.
Y yo esperando que murieras.

Tus arrugas, tus colores, la palidez de tu nombre.
No, yo no te espero, me desahucia tu espesor.
Espera muerta a que venga de la esperanza el matador.
Y yo esperando que te mueras.

En mis brazos se desangra la perla roja y verde.
El estertor de su pecho anuncia su final.
Fumemos en su honor un suave habano
Remojado en la copa que de gota en gota
Se llena con la flema del Quetzal.

Arranquemos de este árbol
El veneno que se toma entre vecinos.
Que se apresure nuestro hado,
Y esperemos que tras el trago
Sea dulce la visión de larga tierra
Que espera la esperanza
De una luz que espera el sol.

Wednesday, September 01, 2004

Adaptación.

Adaptación. Supervivencia. Discurre la existencia para nosotros los humanos con una dificultad desconocida para el resto de los seres de nuestro planeta. Nos lo cuentan las Escrituras, de como Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento y nos relegaron a una vida en la que debemos proveer para nuestra subsistencia. Es una forma de explicarnos como el hombre dejó de ser hijo de la naturaleza y se asemejó un poco a Dios con el pensamiento, quedando en el paso intermedio entre uno y otro, presa del espíritu que sueña ávidamente con el escape del cuerpo carnal. Desde entonces debemos responder inexorablemente a esas dos realidades que nos enredan y confunden, y que nos obligan a adaptarnos, a sobrevivirnos.
En la tradición de este conflicto, la humanidad ha evolucionado entre principios antagónicos, del racional contra el piadoso, del humanismo contra el nihilismo, del idealismo contra el pragmatismo, del socialismo contra el capitalismo y en esencia, de lo terrenal contra lo divino. La tendencia en cualquier caso es satisfacer las necesidades básicas de subsistencia y seguir el camino del progreso, de la victoria del hombre sobre la naturaleza. Pero en los linderos de esta senda han existido siempre algunos hombres a los que el progreso les parece un tanto sórdido, un poco ilusorio y tal vez demasiado insidioso. Cuestionan cada paso que ha llevado a nuestra existencia a ser lo que es. Para ellos, las leyes deben ser cuestionadas y escritas con su propia mano antes de ser válidas. Son pecadores y viciosos, bohemios o simplemente rebeldes, espíritus en busca de liberación, dispuestos a buscarla en lo sucio y en lo mórbido del mundo.
La historia de la humanidad está escrita por esos hombres que nos cuentan de su escapada, dejando a su paso hitos con los que se pueda seguir su rastro y que han apasionado a los filósofos, literatos y religiosos a través de los siglos (y a la sicología en el anterior). Es una historia ingente que a mí, como a millones, me absorbe, me anonada y embelesa. A veces me parece distinguirla claramente, mientras otras me resulta insondable. Resuena en Fausto y en La Náusea, en Trópico de Capricornio y en Siddartha con un grito lejano de salvación. Pero más cerca, en mi familia y amigos, resuena casi siempre triste; porque son pocos los que logran encontrarla. Son demasiados los que se dejan ahogar. Digo que se dejan ahogar porque son escasos los que siquiera llegan a desesperar y a luchar por liberarse. A veces hasta la religión y el amor no son nada más que consuelo, una salida de emergencia que no implica liberación, pues no pueden salvar a nadie que no tenga la clave dentro de sí mismo. “La verdadera sabiduría y las verdaderas posibilidades de salvación no pueden aprenderse ni enseñarse; son únicamente para aquellos que están a punto de ahogarse.” escribió Hesse. Y es que la mayoría vive aferrada a un salvavidas que no los deja hundirse en el torbellino de las emociones y finalmente lograr vencer, o sucumbir. Quizá sea preferible dejarse arrastrar, seguir esa corriente que predice nuestra destrucción, porque solo allí puede encontrarse la respuesta. Mantenerse a flote me parece menos digno que dejarse arrollar por el oscurantismo que habita en nosotros.
Los opuestos se generan mutuamente, el principio tiene que suceder a un fin, la muerte a la vida y de igual manera la salvación, entendida como el camino hacia la libertad y en contraposición con la tristeza de la vida, no puede salir de otro lugar que de la perdición misma. Los individuos que se enfrentan a esa barrera opuesta a sus valores en cuanto a forma, si no se pierden irremediablemente, encuentran al final una fortaleza en sí mismos que hubiera sido imposible obtener por otros medios. Al ceder ante sus impulsos han logrado nacer desde su ocaso y descubrir que toda medida de sus acciones se encuentra en ellos. Este es el principio del individualismo cristiano, según el cual Jesús estableció que el hombre debía ser superior a las leyes, las cuales existían para él y no al contrario. Principio que se extiende parafraseado en el Tao o el Zen, por ejemplo, filosofías a las que aludo tan solo para evitar que de mí se tenga una idea demasiado cristiana.
El hombre dañino y maligno (si es que cabe la expresión) es aquél incapaz de enfrentarse a sus demonios, ponerlos al descubierto y superarlos. Ese es para mí el enemigo, el que hace del bien un fin en sí mismo.


THE URGE por Estuardo Castro
Las colinas de seda destilaban lozanía de su agua vital,
Tulipanes crecían donde los sueños en racimos brotaban.

Tulipán soberbio robaba un atisbo de princesa,
Fantasma, reflejo de sus ojos veleidad.
Bucólicos versos de sus hojas, sus pétalos,
Supuraban mezclados con sangre azul real.

Acaso la prímula con mefítico hedor
Apagó el dulce aroma invernal,
Dejando dormir a un prurito cansino
Bajo una límpida manta de chinches.

Pero la noche vaginal con fragor de tormenta se abrió,
Las corrientes rasgaron en jirones la seda,
Arrancado de cuajo tulipanes y sueños,
Y ahogando en su cauce a un puñado de cuervos.

Se abrieron las grietas, mostrando el subsuelo
Y un río de miasma corrió con el légamo.
Bailaron los sapos regodeándose impávidos,
En contra tiempo danzando el fétido compás.

Las tormentas pasaron, y la primavera y el oro,
La corriente sangrienta dimanaba del fondo.
El agua y el río, en la tormenta despiertos,
Y el cieno y la tierra en la savia durmiendo.

Mientras el río despierte el vacío en los ojos, espejo o cristal,
Con clamor en los labios la corriente violenta habla más con nosotros,
De los secretos del vientre, de Una inmanente vertiente.

Wednesday, August 25, 2004

Soledad

Muchos hombres aman la soledad. Necesitan sentirse solos porque han caído en cuenta que en la vida no se puede existir de otra manera. Nadie puede vivir por nosotros, ni compartir nuestra vida. Aunque suene a perogrullada, es una realidad que todos ven, pero muy pocos viven.
En cualquier caso, ese deseo casi morboso de estar solo es una característica rara entre los hombres; algunos casi anacoretas, otros casi misántropos, pero plenamente conscientes de la implicación innegable de la soledad en la vida, los hombres excelentes han nacido de ella a lo largo de la historia.
Claro que muchos argumentarán que no existe nada más precioso para el ser humano que el poder compartir la vida con otra persona. A lo que respondo que no lo niego. Creo que es una bendición para los hombres poder encontrar a alguien junto a quien vivir. Pero esto de ninguna manera hace inválida la afirmación de que se vive en soledad. Nada nos garantiza la permanencia de la compañía, pues no es intrínseca a la existencia. La Naturaleza nos lo recuerda a cada instante con muertes y separaciones que nada podemos hacer por evitar, circunstancias ante las cuales no tenemos escogencia. La manera de afrontarlas, en cambio, es determinada por nosotros y moldeará en el futuro el camino que seguiremos de acuerdo a convicciones que sustenten nuestras decisiones. Es por tanto crucial definir esas convicciones, tarea que no se puede dar fuera de la soledad y de un ocio profundo.
La soledad debe eclosionar y ser esencia de un proceso que nos consolide como personas y nos defina ante el mundo, esculpiendo el alma con rasgos exclusivamente nuestros y separándolos de aquellos que han caído sobre nosotros en el camino y que nos son ajenos. Configurarse a través de ella es una faceta necesaria para la emancipación espiritual, común en la fragua de la individualidad de los hombres. Conocen aquí por primera vez a su ser, se enfrentan a él y aprenden a seguirlo. “En la soledad crece lo que uno ha llevado a ella, también el animal interior. Por ello resulta desaconsejable para muchos la soledad” decía Nietzsche en Así habló Zaratustra, significando que si bien no todos los hombres deben (o pueden) seguir este camino, es el único que conduce a conocerse a sí mismo y a desarrollar la virtud. Permite que la potencia del alma obre y se haga efectiva en acciones. Es nuestro origen y punto de partida para realizar el recorrido de la vida desde donde podemos reconocer claramente el destino a seguir.
He mencionado que la soledad es parte de un proceso de emancipación espiritual, al que se refieren muchos autores con distintos nombres: para Nietzsche era el camino que deben seguir los espíritus libres, para Hesse era la evolución del alma, pero para todos es la historia de la vida del hombre contada desde el alma. Es un proceso tan antiguo como el hombre, que dura lo que la vida y que, a pesar de todo, la mayoría muere sin haber siquiera identificado como algo real. Hablaré de este proceso con más detenimiento en otra ocasión, pero en lo tocante a la soledad, resulta interesante notar el hecho de que los hombres encaminados en esta singular ruta de vida encuentren vital para continuar el proceso el apearse en ella por momentos, como para recuperar el resuello y la perspectiva, desde su profunda melancolía. El individuo que decide seguir la pauta del alma debe aprender a amar a su soledad como a una madre o a una amante, inescrutable para todos, excepto para él. Con esa compañía como guía se le revelan los misterios del espíritu irisados por los colores propios de su individualidad. Atalaya desde allí la complejidad de la existencia, descubriendo las formas de la Naturaleza.
El proceso, empero, apenas inicia aquí. Este será su punto de contraste para todas las cosas que en adelante encuentre en su vida, a saber, el arte, el trabajo, el amor, el bien y el mal; el sitio inequívoco donde aprendió a vivir.
Necesitará recurrentemente, para continuar su recorrido, sentirse solo, aunque la mayoría de las veces no lo esté realmente. Rodeado de gente, luchará por apartarse y sentirse individual, delineando el contorno de su espíritu para reafirmar su unicidad ante un mundo confuso y abigarrado, en el que existen los menos parecidos a él.



DE COMO APRENDER A CANTAR SOLITO por Estuardo Castro
Sobre largas horas duermen tus canciones solitarias.
Las tarareas al oído de las vetas cancinas del humo
De un cigarrillo amargo que contigo ha despertado.
Queriendo guardar el ritmo con la soledad discutía,
Que si ha salido el sol, que si la luna ha perdido su ropa
Y se ha quedado desnuda con una revista en la mano.

Bajo largas horas se escondieron las noches de vela
Abrazando bajo las colchas segundos languidecentes
Que trenzados dibujaban sinuosa tu silueta;
Misteriosa y eterna, raíz de Cielo y Tierra.

Cantabas en su seno
La canción de la mujer y el velo,
Mientras en cada nota
Quería nacer el miedo.
Pero pariste solo soles,
Y de sol a sol la luna.
Y ya solita tu canción,
Se enamoró en silencio.
Y cantando y cantando
Recordaba tu Misterio.

Wednesday, August 18, 2004

Imágenes

Cuando niños, existimos en un vívido mundo interno, lleno de sensaciones muy distintas al que componen nuestra vida adulta. Deja en nosotros una huella de reminiscencias sensibles impregnadas con un olor a descubrimiento, un despertar de la percepción del mundo exterior. Es la salida del letargo de la conciencia de ser conscientes de la existencia (porque sólo el ser humano es conciente de su conciencia) que deja en nuestra memoria recuerdos del aprendizaje que realiza.
Al hacernos mayores llegamos a identificar a ese mundo infantil con la imaginación como una característica representativa de esa edad. Nos referimos a ella como el proceso mental que genera imágenes capaces de expresar percepciones, provenientes o no del mundo material, aunque en realidad sea un reflejo superficial de un fenómeno mucho más profundo que revela en el fondo la complejidad de la existencia humana. La imaginación en todo caso, no es simplemente un proceso mental. Es un término que sirve de epígrafe para una existencia interna inextricable que da pábulo a la actividad creativa. Es imágenes con texturas inefables capaces de materializarse en sonidos, palabras o colores.
Así, sólo algunos hombres son capaces de recrear a través de las artes ese mundo que permanece latente en todos, aunque más patente para unos que para otros. Para los artistas, es por tanto, vital permanecer en cercanía con ese mundo interno.
Para poder crear, el hombre utiliza imágenes abigarradas de emociones, deseos y sensaciones almacenadas en su inconsciente. Freud fue el primero en atribuirle a esas imágenes un significado más allá de la aleatoriedad generada por el cerebro, al identificar plenamente el subconsciente a través de los sueños en “La interpretación de los sueños” (1901). Con ello ponía de manifiesto la profundidad de la mente humana y abría una ventana hacia el mundo de las percepciones. Le siguieron a lo largo del siglo distintos movimientos científicos y artísticos, de los cuales destaco el surrealista, que han dado creciente importancia al subconsciente como causa de toda acción, y por ende contenedor de la actividad creativa. Valga hacerse notar que aunque contiene la materia prima para la creación, en cuanto es el esquema psicológico humano, no la genera. La eclosión del proceso creativo se da en la percepción, transformada más tarde para poder hacerse expresa. El mundo es aprehendido por el hombre y recompuesto de tal manera que la mayoría de veces, al exteriorizarse, es ya uno muy distinto, irreconocible o con atributos totalmente ajenos a él. Pero es precisamente aquí donde radica la importancia de la individualidad, o de la percepción concebida como un proceso individual, singular para cada ser humano, porque es el individuo quien le confiere a la creación su unicidad. Goethe lo expresaba encomiablemente en Los sufrimientos del joven Werther: “Lo que yo sé, cualquiera lo puede saber, pero mi corazón lo tengo yo solo.”, poniendo de relieve el rasgo indispensable y esencial para la creación artística: el sentimiento.
La línea que divide los sentimientos de la mente es solamente supuesta. No se puede hablar de lo uno o de lo otro sin hacer referencia mutua, aunque (repito) soy de la opinión que el punto cervical de la creación, es el sentimiento, mientras que la imaginación es útil únicamente en función de éste. Algo así como cuando Miller se refería al método para perfeccionar la técnica para tocar el piano de Czerny como ejercicios de velocidad en la oscuridad.
El artista libra una batalla por expresar un mundo interior rayano entre la imaginación y los sentimientos, o mejor, por representar fielmente su alma. No lucha afuera; eso es sólo imaginación. Me valgo de Miller otra vez: “Sólo quienes pueden admitir la luz en sus entrañas pueden expresar lo que hay en el corazón.”
Por eso, como uno de los reflejos más puros del sentimiento, los poemas ocupan para mí un lugar central en la creación artística, y más aún como parte indisoluble de la escritura necesaria (narrativa o cualquier otra). Son instantáneas del alma que a veces retratan fantasmas. Me permito incluir uno, escrito en prosa, de mi propia inspiración.

EJERCICIOS ESPIRITUALES por Estuardo Castro C.
Contemplar mi propio ser en la paz de un presente sin atisbar un porvenir. Escupir a pocos el esputo que enjutaba ayer mi espíritu; hoy se distiende y se vuelve pleno.
Son palabras de las buenas, de las que quieren extenderse, estirarse por las hojas y llenar el mundo en folios y decir desde adentro lo que han guardado los recuerdos en canciones inconexas, en todos los santos que pretende. No, hoy no hay congruencia. Hoy todo es verde y vuelve al fuego.
Saliendo de boca de la inocencia escribo de nuevo los ejercicios. Boto el polvo de las pestañas, del fondo elíptico de la mente, de mi cuerpo entero, de lo que entiende el lóbulo izquierdo donde Dios muere y escribe en verso.
Será ambrosía para dioses, será pasto de rumiantes.
Rumiando ideas, rumiando el cielo, rumiando palabras que trasiegan el campo entero de un cementerio, el campo escaso de mis dedos, escupo fatuas las ideas; palabras cortas, y largas ideas. Escribo al cielo como queriendo que poco a poco se lleve el cuerpo, y en el momento en que me pierda, que me lleve y me recuerde.
Soy solo esto, no quiero serlo. Soy poca cosa, es todo incierto.
La palabra siempre te miente, es el fondo lo que se presiente. Y en el fondo estoy en silencio, esperando cogerla al vuelo: palabra necia, palabra ligera, que cuelga hilos y mueve el cielo.


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El blog del chino (Max R.D). <chino_rd@hotmail.com>
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Thursday, August 12, 2004

Por qué escribir en un blog?

Antes de empezar a escribir en un blog, para poder hacerlo, no pude evitar hacerme la sediciosa pregunta de por qué? Qué me puede mover a escribir y hacerlo en un sitio público, o al menos no sólo para mí? Y entonces la pregunta sustancial resultó ser, por qué escribir, o para qué? Sin mucho pensarlo, vino con premura una idea: escribo por necesidad. Porque a pesar de ocuparme cotidianamente en cualquier otra actividad, crear, e imbuir la actividad creativa en mí, me resulta indispensable para sobrevivir, para poder vadear por una vida que a veces parece ahogarme en su sin sentido. Quizás esto resulte un exceso para todo aquél que no ha experimentado el arrollador impulso artístico o no ha sufrido con un sufrimiento suficientemente neurótico como para embarcarse en una búsqueda personal a través de métodos tan diversos como la sicología, la religión, la filosofía, las drogas, la meditación, el sexo o cualquier otro que inevitablemente tienda siempre hacia el mismo punto: uno mismo.
Tanto el sufrimiento como la actividad creadora resultan de la misma flébil naturaleza de nuestra existencia que no es completamente material ni completamente ideal, no es solamente “cosas” ni solamente “ideas”, sino un intercambio entre las dos, al cual llamamos vida. Vivimos en un mundo material que nos es extraño, porque no es el medio donde nos reconocemos existir plenamente.
Cuando nosotros pensamos en nuestro “yo”, reconocemos que no pensamos en el “yo” que vemos en el espejo, y ni siquiera en el “yo” que habla con la gente. Percibimos que ese verdadero “yo” es desconocido para el mundo, e incluso para nosotros mismos. Sin entrar en elaboraciones metafísicas, al menos podemos reconocer que nuestra existencia como seres humanos, y las consecuentes actividades en las que nos implicamos, buscan una finalidad bastante esotérica al pretender siempre subsanar la inconsistencia entre un mundo externo y uno interno en los que existen dos “yo” diferentes.
El hombre vive persiguiendo reflejos suyos que encuentra en diversos espejos (amantes, dinero, trabajo, guerras, religiones, etc.) a lo largo de su vida, sin ser capaz de ver nada más allá de él, y no reconociendo en el mundo otra realidad que no sea la inmediata. En última instancia, el hombre realiza su recorrido por el mundo escrutando en su interior sin ser plenamente consciente de ello, distinguiendo senderos que le llevan a recovecos cada vez más profundos de su ser, y prefiriendo la mayoría de las veces subterfugios en los que arrellanarse y evitar esa búsqueda que sólo cesará con la muerte .
Yo reconozco que mi camino no es otro que el que me lleva a conocerme a mí mismo, a ser lo que ineluctablemente soy, o en palabras de Ortega y Gasset “ Ser hombre no es ser, o lo que es igual no es hacer cualquier cosa, sino ser lo que irremediablemente se es.” Esto es, buscar el sentido de mi vida interiormente, y sí, en los objetos o personas en derredor, pero puramente como reflejos míos y no independientes de mi perspectiva. Estoy convencido que cada uno debe buscar su camino y razón para vivir en su individualidad.
No existe más realidad que la propia vida, fuera de la cual no tiene sentido ni importancia cualquier otra cosa. Así, creo que sólo siendo fiel a mis pensamientos y sentimientos representados a través de palabras podré existir, como otros lo hacen en el amor de una mujer, en los hijos o en el trabajo. Este espacio será un lienzo en qué plasmar lo que en mi vida es realmente importante.
Para mí, escribir es en una implícita búsqueda interior de tiempo completo que da fe de mi existencia. Existir acaso no sea simplemente vivir. Es inevitable que cualquiera que nazca, viva, pero sólo el que vive buscando su origen puede saborear plenamente de la existencia, y en realidad, ese que ha buscado existe más que el que no.
Toda actividad, intelectual o física que ocupa al humano, representa un intento por dejar constancia de su paso por la vida; lograr de alguna manera trascenderse y desbordarse hacia el mundo que está fuera de él. Los hombres vivimos en pos de ese objetivo, sea consciente o no, de convencernos de nuestra propia existencia. Creamos puentes y pinturas, televisores o poemas, religiones y empresas, luchando por crecer fuera de nuestros propios límites. Estamos encerrados dentro de una prisión material que queremos vencer a través de cada una de nuestras actividades en la vida diaria, sin caer en cuenta de que el problema radica en que ellas no son objetivos en sí, sino puramente medios para alcanzarlos.
Yo no puedo vivir sin intentar conocerme, sin intentar buscarme a mí mismo y despellejarme como una cebolla. Es la única manera que conozco de existir. Y cuanto más me conozco, más me convenzo de que estoy lleno de fatuos deseos y que todos mis actos no son más que espejismos y engaños, por lo que sólo me queda creer en el vacío. Por eso pretendo escribir desde allí.
Pero también reconozco que si he de avanzar, debo enfrentarme a mis reflejos, y por eso me permito seguir algunos, como el que me hace creer que escribiendo de adentro hacia afuera la vida es otra cosa distinta a la soledad.

ESPEJOSpor Estuardo Castro C.
Espejos y espejos llenaban el techo, las paredes y el suelo.
Caminaba entre fantasmas reverberando con luz inmanente.
Danzaba en el salón de un palacio con fragancia lasciva.

Creí verme simple sentado en una esquina
A la orilla de un lago con cisnes y peces.
Un nimbo de imágenes, de mi carne expansiva
Ocultaba mi musa con destellos fingidos.
Me arrastraron los vientos, gira toda la esencia.
Se ha dormido un reflejo temeroso de ella
Escurriendo mi esperma, buscando cuna en sus manos.
Ella creyéndolo diáfano lo ocultó con su lengua
Pretendiendo no ver en un espejo el reflejo
Que crecía en mi frente, astillado y sin ritmo.

Danzando un fantasma me ha besado en la boca
Y ha musitado a mi oído: “París” o “New York”,
No he escuchado muy bien.

Y corrí tras de él creyendo abrazarme
Y saltar por encima de mi rauda conciencia.
En un agujero sin fondo me caí en un espejo.
Me hundí sin dejar ni un rastro de mí,
El escarceo ocultaba que me había perdido;
Tranquilidad refulgente, proyectaba fantasmas,
Espejismo en lontananza, y yo tras de él,
Siempre yo tras de él.

Danzando un fantasma me ha besado en la boca
Y ha musitado a mi oído: “París” o “New York”,
No he escuchado muy bien.

Danzando y danzando aparecen reflejos;
Los fantasmas comparten de su luz trascendencia.
Y cayendo y cayendo me he roto los huesos.
Sobre imágenes rotas de mis ojos lloré.
La superficie bruñida de un espejo inmortal
Apacible y tranquila, reflejando fantasmas,
Espejismo en lontananza, y yo tras de el.