La religión tiene como objetivo primordial mostrar el sentido final de la vida; revelar la finalidad de la existencia del hombre. En el intento por encaminar al hombre en esta dirección, inevitablemente ha tenido que inmiscuirse en cómo este debe vivir y por eso, a través de la historia, ha cumplido con una función social, formulando indirectamente modelos organizativos. La civilización helénica, por ejemplo, partió de la tradición mitológica para formular una filosofía, que incluía la organización social, así como los judíos, se rigen con reglamentaciones (el talmud) mucho más amplias que las de las sociedades a las que se adhieren. La religión es el fundamento de donde se desprende la ley, por tanto, podríamos llamarla una metaley.
Así, las instituciones religiosas han resultado inseparables de la figura del Estado y no es sino hasta en tiempos recientes que su influencia ha menguado en el mundo occidental. Con esta nueva visión la religión tal vez pueda evaluarse bajo una perspectiva distinta que le permita revalorarse en tanto al sentido filosófico de que da a la vida en cuanto se perciba su función circunstancial y su influencia sociológica, sustrayendo el sentido dogmático de la misma.
Muchos han sido los filósofos que han desdeñado al cristianismo por resultar entre las religiones mayores como una de las más inferiores por su contenido filosófico. Se presentó en una situación y para un pueblo que estaba muy por debajo su coetánea, la civilización helénica, (o de la oriental, aunque en la época no se concibiera de esa manera) y podría decirse que precisamente fue esa inferioridad de pensamiento la clave de su éxito, pues resultaba adecuada para el vulgo, acostumbrado a no pensar y deseoso de aceptar una verdad sencilla. El concepto de un único Dios era simplificador en extremo; reducía las ofrendas y además se dejaba a designio de ese Dios todo el devenir del mundo, prescindiendo de los conflictos surgidos por la interacción de diversos dioses, que dicho sea de paso, eran representantes mucho más dignos de las fuerzas contradictorias de la naturaleza. En las religiones asiáticas, ni siquiera se presenta el teísmo y por tanto la comprensión de la naturaleza es subjetiva, es decir que sólo se puede entender desde cada persona, careciendo así de dogmas. Esto en cuanto a las desventajas, discutidas hasta la saciedad en el siglo anterior. Pero existe una contraparte, que merece ser dicha, aunque en último término sea en beneficio de muy pocos, y principalmente de quien dio origen a esta nuestra era: Jeoshua de Nazareth, el Cristo.
Situado en su contexto social e histórico, Jesús era un personaje de excepcionales características, cuyo mensaje representaba una revolución para el pueblo judío, pues se declaraba en claro conflicto contra las amplísimas reglas a las que estaba sometido como judío, y proponía una revalorización del hombre ante la ley divina, proponiendo a esta como servidora de aquél.
Me veo obligado a continuar en una tercera parte, porque a pesar de todos los esfuerzos, me fue imposible concretar en tan poco espacio... a pesar de los alegatos del tedio.
Así, las instituciones religiosas han resultado inseparables de la figura del Estado y no es sino hasta en tiempos recientes que su influencia ha menguado en el mundo occidental. Con esta nueva visión la religión tal vez pueda evaluarse bajo una perspectiva distinta que le permita revalorarse en tanto al sentido filosófico de que da a la vida en cuanto se perciba su función circunstancial y su influencia sociológica, sustrayendo el sentido dogmático de la misma.
Muchos han sido los filósofos que han desdeñado al cristianismo por resultar entre las religiones mayores como una de las más inferiores por su contenido filosófico. Se presentó en una situación y para un pueblo que estaba muy por debajo su coetánea, la civilización helénica, (o de la oriental, aunque en la época no se concibiera de esa manera) y podría decirse que precisamente fue esa inferioridad de pensamiento la clave de su éxito, pues resultaba adecuada para el vulgo, acostumbrado a no pensar y deseoso de aceptar una verdad sencilla. El concepto de un único Dios era simplificador en extremo; reducía las ofrendas y además se dejaba a designio de ese Dios todo el devenir del mundo, prescindiendo de los conflictos surgidos por la interacción de diversos dioses, que dicho sea de paso, eran representantes mucho más dignos de las fuerzas contradictorias de la naturaleza. En las religiones asiáticas, ni siquiera se presenta el teísmo y por tanto la comprensión de la naturaleza es subjetiva, es decir que sólo se puede entender desde cada persona, careciendo así de dogmas. Esto en cuanto a las desventajas, discutidas hasta la saciedad en el siglo anterior. Pero existe una contraparte, que merece ser dicha, aunque en último término sea en beneficio de muy pocos, y principalmente de quien dio origen a esta nuestra era: Jeoshua de Nazareth, el Cristo.
Situado en su contexto social e histórico, Jesús era un personaje de excepcionales características, cuyo mensaje representaba una revolución para el pueblo judío, pues se declaraba en claro conflicto contra las amplísimas reglas a las que estaba sometido como judío, y proponía una revalorización del hombre ante la ley divina, proponiendo a esta como servidora de aquél.
Me veo obligado a continuar en una tercera parte, porque a pesar de todos los esfuerzos, me fue imposible concretar en tan poco espacio... a pesar de los alegatos del tedio.
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