Nietzsche inició el siglo XX con su “Dios ha muerto”, concluyendo así un proceso de debate en contra del cristianismo (aunque finalmente repercutiera en la totalidad del pensamiento religioso) iniciado en el siglo XVI con la Reforma. Con éste planteamiento queda, a mi parecer, definitivamente zanjado el asunto de la religión en tanto a su incapacidad para subsistir como institución social. Aunque esto no signifique que en el terreno de la metafísica la proposición de Nietzsche sea inapelable, es admirable reconocer que las perspectivas que él presentó a través de su obra se han ido materializando de acuerdo a la línea que planteaba. Su pensamiento define hoy una tendencia global, encabezada por Europa, en la que se está produciendo la muerte de la religión. Cada día la gente está mas lejos de ella, mientras que paralelamente, como parte del proceso de remoción, se manifiesta un acercamiento entre las principales religiones de acuerdo a sus planteamientos metafísicos, según son percibidos por la sociedad, es decir, no en las esferas directivas religiosas (que por norma general son los más ortodoxos) sino en las personas comunes que la conforman. Ahora se da más énfasis a los beneficios que cada quien pueda obtener de tal o cual religión sin temer que, por involucrarse con alguna distinta a la que pertenece por nacimiento, su alma esté eternamente condenada. Por tal razón, presenta características más filosóficas y menos religiosas en el sentido tradicional. En todo caso creo, igual que él, que la religión es una etapa de la humanidad que debe ser superada y en cuyo proceso irreversible estamos inmersos en nuestros tiempos.
La secularización de la religión en la entrada del siglo XXI tiende principalmente a una individualización de ella, a crear religiones personales que representan la pérdida de vigencia de la Iglesia como institución, evidenciándose en la proliferación de sectas y, más recientemente, incluso en la tendencia legislativa (Francia, por ejemplo, al prohibir el uso del velo islámico) que la considera como un tema privado, tratándola como tal y previniendo manifestaciones públicas de cualquier tipo de creencias. De esta manera pierde su carácter social producto de la irracionalidad, es decir, que deja de ser impositiva y dogmática y, por tanto, disminuye su autoridad sobre las masas.
La ciencia ha contribuido constante y crecientemente a rechazar los dogmas, principalmente cristianos, a través de estudios psicológicos, sociológicos, arqueológicos e históricos que refutan las antiguas creencias y las hacen muchas veces incompatibles con los hombres racionales de nuestra época, proceso que se inició con el racionalismo de Spinoza, Leibniz y Descartes; dejan de ser válidos en su interpretación estricta y ponen de manifiesto su valor en un sentido mucho más pragmático. Por eso, los países del tercer mundo son aún bastante afectos a la religión, al estar formados en su mayoría por una masa no culta, de donde resulta que son las sociedades con mayor crecimiento de adeptos y hacia donde están enfocando las diversas religiones (y sectas) sus planes para conseguirlos.
Pero frente a la inminente caída de la religión como instrumento social, debe surgir una revalorización de los principios que han resultado beneficiosos para la sociedad, en contrapunto a la evaluación a la que ha sido sometida desde la Reforma. Esta revalorización incluye la apertura hacia el conocimiento de las distintas religiones, apoyada por la globalización (en cuanto se refiere a intercambio cultural), que apuntala la importancia de la ética como eje central de los análisis. Observada bajo este lente, la religión podrá prescindir de sus cultos (la mayoría de los cuales en el fondo resultan ser supersticiosos) y proporcionar un soporte filosófico para la vida de las personas. Aquí radica la importancia de reconocerla desde su perspectiva histórica. (Continuará.... Ética histórica)
La secularización de la religión en la entrada del siglo XXI tiende principalmente a una individualización de ella, a crear religiones personales que representan la pérdida de vigencia de la Iglesia como institución, evidenciándose en la proliferación de sectas y, más recientemente, incluso en la tendencia legislativa (Francia, por ejemplo, al prohibir el uso del velo islámico) que la considera como un tema privado, tratándola como tal y previniendo manifestaciones públicas de cualquier tipo de creencias. De esta manera pierde su carácter social producto de la irracionalidad, es decir, que deja de ser impositiva y dogmática y, por tanto, disminuye su autoridad sobre las masas.
La ciencia ha contribuido constante y crecientemente a rechazar los dogmas, principalmente cristianos, a través de estudios psicológicos, sociológicos, arqueológicos e históricos que refutan las antiguas creencias y las hacen muchas veces incompatibles con los hombres racionales de nuestra época, proceso que se inició con el racionalismo de Spinoza, Leibniz y Descartes; dejan de ser válidos en su interpretación estricta y ponen de manifiesto su valor en un sentido mucho más pragmático. Por eso, los países del tercer mundo son aún bastante afectos a la religión, al estar formados en su mayoría por una masa no culta, de donde resulta que son las sociedades con mayor crecimiento de adeptos y hacia donde están enfocando las diversas religiones (y sectas) sus planes para conseguirlos.
Pero frente a la inminente caída de la religión como instrumento social, debe surgir una revalorización de los principios que han resultado beneficiosos para la sociedad, en contrapunto a la evaluación a la que ha sido sometida desde la Reforma. Esta revalorización incluye la apertura hacia el conocimiento de las distintas religiones, apoyada por la globalización (en cuanto se refiere a intercambio cultural), que apuntala la importancia de la ética como eje central de los análisis. Observada bajo este lente, la religión podrá prescindir de sus cultos (la mayoría de los cuales en el fondo resultan ser supersticiosos) y proporcionar un soporte filosófico para la vida de las personas. Aquí radica la importancia de reconocerla desde su perspectiva histórica. (Continuará.... Ética histórica)
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