Wednesday, August 25, 2004

Soledad

Muchos hombres aman la soledad. Necesitan sentirse solos porque han caído en cuenta que en la vida no se puede existir de otra manera. Nadie puede vivir por nosotros, ni compartir nuestra vida. Aunque suene a perogrullada, es una realidad que todos ven, pero muy pocos viven.
En cualquier caso, ese deseo casi morboso de estar solo es una característica rara entre los hombres; algunos casi anacoretas, otros casi misántropos, pero plenamente conscientes de la implicación innegable de la soledad en la vida, los hombres excelentes han nacido de ella a lo largo de la historia.
Claro que muchos argumentarán que no existe nada más precioso para el ser humano que el poder compartir la vida con otra persona. A lo que respondo que no lo niego. Creo que es una bendición para los hombres poder encontrar a alguien junto a quien vivir. Pero esto de ninguna manera hace inválida la afirmación de que se vive en soledad. Nada nos garantiza la permanencia de la compañía, pues no es intrínseca a la existencia. La Naturaleza nos lo recuerda a cada instante con muertes y separaciones que nada podemos hacer por evitar, circunstancias ante las cuales no tenemos escogencia. La manera de afrontarlas, en cambio, es determinada por nosotros y moldeará en el futuro el camino que seguiremos de acuerdo a convicciones que sustenten nuestras decisiones. Es por tanto crucial definir esas convicciones, tarea que no se puede dar fuera de la soledad y de un ocio profundo.
La soledad debe eclosionar y ser esencia de un proceso que nos consolide como personas y nos defina ante el mundo, esculpiendo el alma con rasgos exclusivamente nuestros y separándolos de aquellos que han caído sobre nosotros en el camino y que nos son ajenos. Configurarse a través de ella es una faceta necesaria para la emancipación espiritual, común en la fragua de la individualidad de los hombres. Conocen aquí por primera vez a su ser, se enfrentan a él y aprenden a seguirlo. “En la soledad crece lo que uno ha llevado a ella, también el animal interior. Por ello resulta desaconsejable para muchos la soledad” decía Nietzsche en Así habló Zaratustra, significando que si bien no todos los hombres deben (o pueden) seguir este camino, es el único que conduce a conocerse a sí mismo y a desarrollar la virtud. Permite que la potencia del alma obre y se haga efectiva en acciones. Es nuestro origen y punto de partida para realizar el recorrido de la vida desde donde podemos reconocer claramente el destino a seguir.
He mencionado que la soledad es parte de un proceso de emancipación espiritual, al que se refieren muchos autores con distintos nombres: para Nietzsche era el camino que deben seguir los espíritus libres, para Hesse era la evolución del alma, pero para todos es la historia de la vida del hombre contada desde el alma. Es un proceso tan antiguo como el hombre, que dura lo que la vida y que, a pesar de todo, la mayoría muere sin haber siquiera identificado como algo real. Hablaré de este proceso con más detenimiento en otra ocasión, pero en lo tocante a la soledad, resulta interesante notar el hecho de que los hombres encaminados en esta singular ruta de vida encuentren vital para continuar el proceso el apearse en ella por momentos, como para recuperar el resuello y la perspectiva, desde su profunda melancolía. El individuo que decide seguir la pauta del alma debe aprender a amar a su soledad como a una madre o a una amante, inescrutable para todos, excepto para él. Con esa compañía como guía se le revelan los misterios del espíritu irisados por los colores propios de su individualidad. Atalaya desde allí la complejidad de la existencia, descubriendo las formas de la Naturaleza.
El proceso, empero, apenas inicia aquí. Este será su punto de contraste para todas las cosas que en adelante encuentre en su vida, a saber, el arte, el trabajo, el amor, el bien y el mal; el sitio inequívoco donde aprendió a vivir.
Necesitará recurrentemente, para continuar su recorrido, sentirse solo, aunque la mayoría de las veces no lo esté realmente. Rodeado de gente, luchará por apartarse y sentirse individual, delineando el contorno de su espíritu para reafirmar su unicidad ante un mundo confuso y abigarrado, en el que existen los menos parecidos a él.



DE COMO APRENDER A CANTAR SOLITO por Estuardo Castro
Sobre largas horas duermen tus canciones solitarias.
Las tarareas al oído de las vetas cancinas del humo
De un cigarrillo amargo que contigo ha despertado.
Queriendo guardar el ritmo con la soledad discutía,
Que si ha salido el sol, que si la luna ha perdido su ropa
Y se ha quedado desnuda con una revista en la mano.

Bajo largas horas se escondieron las noches de vela
Abrazando bajo las colchas segundos languidecentes
Que trenzados dibujaban sinuosa tu silueta;
Misteriosa y eterna, raíz de Cielo y Tierra.

Cantabas en su seno
La canción de la mujer y el velo,
Mientras en cada nota
Quería nacer el miedo.
Pero pariste solo soles,
Y de sol a sol la luna.
Y ya solita tu canción,
Se enamoró en silencio.
Y cantando y cantando
Recordaba tu Misterio.

Wednesday, August 18, 2004

Imágenes

Cuando niños, existimos en un vívido mundo interno, lleno de sensaciones muy distintas al que componen nuestra vida adulta. Deja en nosotros una huella de reminiscencias sensibles impregnadas con un olor a descubrimiento, un despertar de la percepción del mundo exterior. Es la salida del letargo de la conciencia de ser conscientes de la existencia (porque sólo el ser humano es conciente de su conciencia) que deja en nuestra memoria recuerdos del aprendizaje que realiza.
Al hacernos mayores llegamos a identificar a ese mundo infantil con la imaginación como una característica representativa de esa edad. Nos referimos a ella como el proceso mental que genera imágenes capaces de expresar percepciones, provenientes o no del mundo material, aunque en realidad sea un reflejo superficial de un fenómeno mucho más profundo que revela en el fondo la complejidad de la existencia humana. La imaginación en todo caso, no es simplemente un proceso mental. Es un término que sirve de epígrafe para una existencia interna inextricable que da pábulo a la actividad creativa. Es imágenes con texturas inefables capaces de materializarse en sonidos, palabras o colores.
Así, sólo algunos hombres son capaces de recrear a través de las artes ese mundo que permanece latente en todos, aunque más patente para unos que para otros. Para los artistas, es por tanto, vital permanecer en cercanía con ese mundo interno.
Para poder crear, el hombre utiliza imágenes abigarradas de emociones, deseos y sensaciones almacenadas en su inconsciente. Freud fue el primero en atribuirle a esas imágenes un significado más allá de la aleatoriedad generada por el cerebro, al identificar plenamente el subconsciente a través de los sueños en “La interpretación de los sueños” (1901). Con ello ponía de manifiesto la profundidad de la mente humana y abría una ventana hacia el mundo de las percepciones. Le siguieron a lo largo del siglo distintos movimientos científicos y artísticos, de los cuales destaco el surrealista, que han dado creciente importancia al subconsciente como causa de toda acción, y por ende contenedor de la actividad creativa. Valga hacerse notar que aunque contiene la materia prima para la creación, en cuanto es el esquema psicológico humano, no la genera. La eclosión del proceso creativo se da en la percepción, transformada más tarde para poder hacerse expresa. El mundo es aprehendido por el hombre y recompuesto de tal manera que la mayoría de veces, al exteriorizarse, es ya uno muy distinto, irreconocible o con atributos totalmente ajenos a él. Pero es precisamente aquí donde radica la importancia de la individualidad, o de la percepción concebida como un proceso individual, singular para cada ser humano, porque es el individuo quien le confiere a la creación su unicidad. Goethe lo expresaba encomiablemente en Los sufrimientos del joven Werther: “Lo que yo sé, cualquiera lo puede saber, pero mi corazón lo tengo yo solo.”, poniendo de relieve el rasgo indispensable y esencial para la creación artística: el sentimiento.
La línea que divide los sentimientos de la mente es solamente supuesta. No se puede hablar de lo uno o de lo otro sin hacer referencia mutua, aunque (repito) soy de la opinión que el punto cervical de la creación, es el sentimiento, mientras que la imaginación es útil únicamente en función de éste. Algo así como cuando Miller se refería al método para perfeccionar la técnica para tocar el piano de Czerny como ejercicios de velocidad en la oscuridad.
El artista libra una batalla por expresar un mundo interior rayano entre la imaginación y los sentimientos, o mejor, por representar fielmente su alma. No lucha afuera; eso es sólo imaginación. Me valgo de Miller otra vez: “Sólo quienes pueden admitir la luz en sus entrañas pueden expresar lo que hay en el corazón.”
Por eso, como uno de los reflejos más puros del sentimiento, los poemas ocupan para mí un lugar central en la creación artística, y más aún como parte indisoluble de la escritura necesaria (narrativa o cualquier otra). Son instantáneas del alma que a veces retratan fantasmas. Me permito incluir uno, escrito en prosa, de mi propia inspiración.

EJERCICIOS ESPIRITUALES por Estuardo Castro C.
Contemplar mi propio ser en la paz de un presente sin atisbar un porvenir. Escupir a pocos el esputo que enjutaba ayer mi espíritu; hoy se distiende y se vuelve pleno.
Son palabras de las buenas, de las que quieren extenderse, estirarse por las hojas y llenar el mundo en folios y decir desde adentro lo que han guardado los recuerdos en canciones inconexas, en todos los santos que pretende. No, hoy no hay congruencia. Hoy todo es verde y vuelve al fuego.
Saliendo de boca de la inocencia escribo de nuevo los ejercicios. Boto el polvo de las pestañas, del fondo elíptico de la mente, de mi cuerpo entero, de lo que entiende el lóbulo izquierdo donde Dios muere y escribe en verso.
Será ambrosía para dioses, será pasto de rumiantes.
Rumiando ideas, rumiando el cielo, rumiando palabras que trasiegan el campo entero de un cementerio, el campo escaso de mis dedos, escupo fatuas las ideas; palabras cortas, y largas ideas. Escribo al cielo como queriendo que poco a poco se lleve el cuerpo, y en el momento en que me pierda, que me lleve y me recuerde.
Soy solo esto, no quiero serlo. Soy poca cosa, es todo incierto.
La palabra siempre te miente, es el fondo lo que se presiente. Y en el fondo estoy en silencio, esperando cogerla al vuelo: palabra necia, palabra ligera, que cuelga hilos y mueve el cielo.


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El blog del chino (Max R.D). <chino_rd@hotmail.com>
http://chinodelmundo.blogspot.com/

Thursday, August 12, 2004

Por qué escribir en un blog?

Antes de empezar a escribir en un blog, para poder hacerlo, no pude evitar hacerme la sediciosa pregunta de por qué? Qué me puede mover a escribir y hacerlo en un sitio público, o al menos no sólo para mí? Y entonces la pregunta sustancial resultó ser, por qué escribir, o para qué? Sin mucho pensarlo, vino con premura una idea: escribo por necesidad. Porque a pesar de ocuparme cotidianamente en cualquier otra actividad, crear, e imbuir la actividad creativa en mí, me resulta indispensable para sobrevivir, para poder vadear por una vida que a veces parece ahogarme en su sin sentido. Quizás esto resulte un exceso para todo aquél que no ha experimentado el arrollador impulso artístico o no ha sufrido con un sufrimiento suficientemente neurótico como para embarcarse en una búsqueda personal a través de métodos tan diversos como la sicología, la religión, la filosofía, las drogas, la meditación, el sexo o cualquier otro que inevitablemente tienda siempre hacia el mismo punto: uno mismo.
Tanto el sufrimiento como la actividad creadora resultan de la misma flébil naturaleza de nuestra existencia que no es completamente material ni completamente ideal, no es solamente “cosas” ni solamente “ideas”, sino un intercambio entre las dos, al cual llamamos vida. Vivimos en un mundo material que nos es extraño, porque no es el medio donde nos reconocemos existir plenamente.
Cuando nosotros pensamos en nuestro “yo”, reconocemos que no pensamos en el “yo” que vemos en el espejo, y ni siquiera en el “yo” que habla con la gente. Percibimos que ese verdadero “yo” es desconocido para el mundo, e incluso para nosotros mismos. Sin entrar en elaboraciones metafísicas, al menos podemos reconocer que nuestra existencia como seres humanos, y las consecuentes actividades en las que nos implicamos, buscan una finalidad bastante esotérica al pretender siempre subsanar la inconsistencia entre un mundo externo y uno interno en los que existen dos “yo” diferentes.
El hombre vive persiguiendo reflejos suyos que encuentra en diversos espejos (amantes, dinero, trabajo, guerras, religiones, etc.) a lo largo de su vida, sin ser capaz de ver nada más allá de él, y no reconociendo en el mundo otra realidad que no sea la inmediata. En última instancia, el hombre realiza su recorrido por el mundo escrutando en su interior sin ser plenamente consciente de ello, distinguiendo senderos que le llevan a recovecos cada vez más profundos de su ser, y prefiriendo la mayoría de las veces subterfugios en los que arrellanarse y evitar esa búsqueda que sólo cesará con la muerte .
Yo reconozco que mi camino no es otro que el que me lleva a conocerme a mí mismo, a ser lo que ineluctablemente soy, o en palabras de Ortega y Gasset “ Ser hombre no es ser, o lo que es igual no es hacer cualquier cosa, sino ser lo que irremediablemente se es.” Esto es, buscar el sentido de mi vida interiormente, y sí, en los objetos o personas en derredor, pero puramente como reflejos míos y no independientes de mi perspectiva. Estoy convencido que cada uno debe buscar su camino y razón para vivir en su individualidad.
No existe más realidad que la propia vida, fuera de la cual no tiene sentido ni importancia cualquier otra cosa. Así, creo que sólo siendo fiel a mis pensamientos y sentimientos representados a través de palabras podré existir, como otros lo hacen en el amor de una mujer, en los hijos o en el trabajo. Este espacio será un lienzo en qué plasmar lo que en mi vida es realmente importante.
Para mí, escribir es en una implícita búsqueda interior de tiempo completo que da fe de mi existencia. Existir acaso no sea simplemente vivir. Es inevitable que cualquiera que nazca, viva, pero sólo el que vive buscando su origen puede saborear plenamente de la existencia, y en realidad, ese que ha buscado existe más que el que no.
Toda actividad, intelectual o física que ocupa al humano, representa un intento por dejar constancia de su paso por la vida; lograr de alguna manera trascenderse y desbordarse hacia el mundo que está fuera de él. Los hombres vivimos en pos de ese objetivo, sea consciente o no, de convencernos de nuestra propia existencia. Creamos puentes y pinturas, televisores o poemas, religiones y empresas, luchando por crecer fuera de nuestros propios límites. Estamos encerrados dentro de una prisión material que queremos vencer a través de cada una de nuestras actividades en la vida diaria, sin caer en cuenta de que el problema radica en que ellas no son objetivos en sí, sino puramente medios para alcanzarlos.
Yo no puedo vivir sin intentar conocerme, sin intentar buscarme a mí mismo y despellejarme como una cebolla. Es la única manera que conozco de existir. Y cuanto más me conozco, más me convenzo de que estoy lleno de fatuos deseos y que todos mis actos no son más que espejismos y engaños, por lo que sólo me queda creer en el vacío. Por eso pretendo escribir desde allí.
Pero también reconozco que si he de avanzar, debo enfrentarme a mis reflejos, y por eso me permito seguir algunos, como el que me hace creer que escribiendo de adentro hacia afuera la vida es otra cosa distinta a la soledad.

ESPEJOSpor Estuardo Castro C.
Espejos y espejos llenaban el techo, las paredes y el suelo.
Caminaba entre fantasmas reverberando con luz inmanente.
Danzaba en el salón de un palacio con fragancia lasciva.

Creí verme simple sentado en una esquina
A la orilla de un lago con cisnes y peces.
Un nimbo de imágenes, de mi carne expansiva
Ocultaba mi musa con destellos fingidos.
Me arrastraron los vientos, gira toda la esencia.
Se ha dormido un reflejo temeroso de ella
Escurriendo mi esperma, buscando cuna en sus manos.
Ella creyéndolo diáfano lo ocultó con su lengua
Pretendiendo no ver en un espejo el reflejo
Que crecía en mi frente, astillado y sin ritmo.

Danzando un fantasma me ha besado en la boca
Y ha musitado a mi oído: “París” o “New York”,
No he escuchado muy bien.

Y corrí tras de él creyendo abrazarme
Y saltar por encima de mi rauda conciencia.
En un agujero sin fondo me caí en un espejo.
Me hundí sin dejar ni un rastro de mí,
El escarceo ocultaba que me había perdido;
Tranquilidad refulgente, proyectaba fantasmas,
Espejismo en lontananza, y yo tras de él,
Siempre yo tras de él.

Danzando un fantasma me ha besado en la boca
Y ha musitado a mi oído: “París” o “New York”,
No he escuchado muy bien.

Danzando y danzando aparecen reflejos;
Los fantasmas comparten de su luz trascendencia.
Y cayendo y cayendo me he roto los huesos.
Sobre imágenes rotas de mis ojos lloré.
La superficie bruñida de un espejo inmortal
Apacible y tranquila, reflejando fantasmas,
Espejismo en lontananza, y yo tras de el.