Monday, July 04, 2005

Meditar? II

Traiendo la poesía hasta el otro extremo de la historia, a tiempos contemporáneos, se ve que habla casi en los mismos téreminos acerca de esa búsqueda interminable del que escribe.
Por ser tan palmaria esa búsqueda en su poesía, García Lorca es mi preferido. Su manera de recrear el mundo desde el interior, no interiorizando lo que ve, sino haciendo depender de él a todo lo que lo rodea, como sujeto que hace posible su única realidad, me renueva la esperanza de encontrarme algún día conmigo mismo.
Qué descubrimiento es ver Nueva York arrellanado en el yo de Federico. Qué triste y duro es ser “yo”: éste es el camino que se descubre en el siguiente poema sacado de Poeta en Nueva York.

Federico García Lorca
Poema Doble del Lago Edén

Era mi voz antigua
ignorante de los jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

Ay voz antigua de mi amor!
Ay voz de mi verdad!
Ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estas aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pasado,
mientras mis ojos se queman en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Dejarme pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecuanda peces deslumbrados.
Dejarme pasar, hombrecillos de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana,
como lloran los niños del último banco,
porque no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que ronda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
mantando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no. Yo no pregunto, yo deseo.
Voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de pajes
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

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