Saturday, July 23, 2005

El tiempo verdadero (Parte I)

Después de una semana en Zacapa, sin nadie con quien hablar, las palabras parecen recobrar el ritmo en mí. Quizá sería más exacto decir que soy yo quien recupera el ritmo. Cuantas cosas qué decir, cuando afuera no parece suceder nada.
Aquí les doy un cuentecito (en tres partes para que no se les haga tan pesado).


EL TIEMPO VERDADERO

Después de apagar el carro, al tratar de bajar la ventana, se quedó con la manecilla en la mano que, reseca, había cedido después de catorce años de uso. El calor de mediodía era asfixiante. Lentamente, y con mucha dificultad, hizo girar entre sus dedos la rueda de metal oxidado, hasta dejar apenas suficiente espacio para que entrara un poco de aire. Encendió el radio para pasar el tiempo. Había llegado por las niñas media hora antes de la salida. Dos señoras – seguramente esperando también a sus hijas – que platicaban junto a la puerta del colegio aun cerrada, lanzaban miradas furtivas a sus carros, para asegurarse que nadie intentaba robarlos. Al otro lado de la calle, sentado sobre el borde de una grada que daba a una cantinta, un indigente alcohólico pedía fuego a los viandantes ,para encender una colilla que habría encontrado tirada en la acera. Cambió de emisora girando el diál, hasta detenerse, más por instínto que por decisión, en esa canción que en otra época había escuchado, por donde quiera que iba, casi hasta el cansancio: “Que triste, se oye la lluvia, en las casas de cartón”. Giró nuevamente la perilla hasta sintonizar un noticiero. Luego, apagó el radio. Con un pañuelo que sacó del bolsillo de su pantalón, secó el sudor acumulado en los bordes de su naríz, bajo los soportes de sus lentes, lo guardó y recostó la cabeza sobre el asiento, dejando descansar sus ojos cerrados.
Lo despertaron unos golpecitos en la ventana del copiloto. Con caras apremiantes, Manuela y Viki, cargadas con sus mochilas, le pedían que abriera la puerta.
- Papi, estabas bien dormido – dijo Viki burlonamente.
- No, sólo tenía los ojos cerrados.
- Estuvimos ahí un gran rato tocándote la ventana.
- Bueno, pero no me van a saludar?
Ya dentro del carro, saltando desde el asiento trasero, las dos lo abrazaron por la espalda, apretando su cara contra las suyas y revolviéndole el pelo retozonamente, mientras repetían, imitándo voces en distintos tonos, entre besos intermitentes: “Hola.. mua...hola...mua... hola...mua... hola....mua...”
- Vámos ya, porque todavía tenemos que preparar maletas y su mamá nos está esperando – dijo Eduardo luchando por articular palabras, con los labios estrujados bajo las manos de las niñas ,que contorsionaban su cara como si fuera un trozo de plasticina.
Tuvo que frenar bruscamente cuando, al intentar salir del lugar donde estaba estacionado, una camioneta que venía por la calle a toda velocidad estuvo a centímetros de chocarlo.
- Niñas! Siéntense bien y abróchense los cinturones! – gritó irritado.
Manuela y Viki hicieron lo que les decía. Intercambiaron una mirada de interrogación y se encogieron de hombros.

**

Desde que salieron de casa, con el maletero del carro repleto de mochilas, bolsas y hieleras, se encontraron con largas líneas de carros, casi detenidos, que luchaban a fuerza de bocinazos por salir del tráfico. Se enfilaron por la novena calle, intentándo alcanzar el perfiérico. A la altura de la tercera avenida, tuvieron que detenerse por casi media hora, mientras cruzaba la procesión de San José. El sol seguía quemando, pegándose su calor a la piel en capas yuxtapuestas de smog y humedad. A lo largo de la avenida caminaban vendedores que ofrecían algodnes o juguetes colgados de altas astas, y fieles que se adelantaban a la procesión buscando un buen lugar para verla pasar. A lo lejos se alcanzaba a ver las puntiagudas protuberancias purpúreas de los cucuruchos, que cruzaban por entre una miríada de cabezas, como alteas de tiburones en el mar. Las niñas estuvieron al principio muy curiosas con el tumúlto de gente, pero luego se quejaron, pues tenían hambre. María, la esposa de Eduardo, también se quejó, porque decía que “con la cantidad de carros que hay en Guatemala, ya no deberían hacer las procesiones en la ciudad, a cualquier hora, como si nada”.
- Como si fuera la primera vez que nos toca esto – replicó Eduardo – a estas alturas ya deberías de estar acostumbrada a la Semana Santa de Guatemala.
**

De salida hacia el Pacíficio, se detuvieron en un Mcdonalds. Comieron en el camino. Cuando terminaron, María y las niñas se quedaron dormidas.
A la orilla de la carretera, a cada cierta distancia, se encontraba apostadas, junto a carpas empapeladas con carteles publicitarios, chicas con minifaldas de spandex azul o rojo, que ofrecían cerveza y sodas, bailando a ritmo de merengue.
Sobre el vidrio delantero, una gota caída del cielo fue dejando tras de sí una delgada veta diáfana, arrastrándo con dificultad el polvo adherido. Eduardo la siguió con la vista, hasta verla detenerse a la altura de sus ojos, incapaz de continuar. “Se secará si otra gota no la empuja” pensó. Recordó las horas que pasó de niño observando, cuando llovía, las gotas chocar contra un enorme ventanal que daba al jardín de su casa: cómo una tras otra iban dibujando caminos que luego otras seguían; cuando una se detenía, siempre había otra que, viniendo tras ella, como si la única razón de su existencia fuese el encontrar a la anterior, la empujaba por un nuevo camino, hasta que caían unidas, mimetizadas en un charquito, sobre el alféizar.
Los rayos del sol, que aun iluminaban un cielo celeste apenas enturbiado por algunas nubes, brillaban tan fuertemente que, a veces, al herir con el relfejo los ojos de Eduardo, le hacían casi imposible ver la carretera. Después de una curva pronunciada, tras un montaña, apareció un arcoiris; desapareció y reapareció varias veces escondido por la vegetación que cubría los valles; acompañó a Eduardo por la carretera, remontando el camino de sus pensamientos, a través de esa tierra guatemalteca que, a pesar de que le era propia, al ser dibujada en su mente por tantos sentimientos abstractos, viéndola en la realidad, le parecía totalmente ajena. Era extraño que en aquél paisaje, lo único que reconociera como guatemalteco, era María y sus hijas, aunque fuesen mexicanas.

**

Al llegar al hotel, el cielo se había ennegrecido. La lluvia caía copiosamente, como si de pronto se hubiera roto en el cielo una enorme pecera. Eduardo, bajo la lluvia, tuvo que sacar el equipaje del carro. A la distancia se veían relámpagos que parecían dibujar el plexo de la oscuridad, seguidos por un rugido sordo y lejano de truenos. Llovía aquí, junto al Pacífico, de otra manera, más densa, más amenazadora, pensó. María y las niñas corrieron a refugiarse en el lobby del hotel. Sólo después de haber vaciado el maletero, apareció un botones (aunque, a decir verdad, vestido con pantalones cortos, una camiseta y sandalias, no aprentaba ser un verdadero botones) con una sombrilla.
Chorreando como estaba, Eduardo se registró en el mostrador. Les asignaron un bungalow al otro lado de la recepción, frente a la piscina. El botones cargó su equipaje y los condujo hasta él; tuvo que conformarse con la negativa de Eduardo a darle propina.

Friday, July 15, 2005

Vino y Woolf

Escribir con una par de copas de más encima, es la verdadera prerrogativa que te regala un blog. Personal como un diario. Con la premura de hacerte público, aunque sea sólo en el pensamiento.
Hoy me siento... cómo decirlo... plácido. Qué placer hay en una botella de vino y un libro de Virginia Wolf! Cosas que todo el mundo hace, nada excluyente. Cosas que son posibles para todos, pero que hoy para mí, al volverse personales y exclusivas, son un placer inefable. Cosas que son del momento, y que por ser de él, dan nacimiento a la necesidad de perpetuarlas. Pienso: no sería acaso yo más que Virgina si fuera capaz de revelar las corrientes que convergen en estos instantes de vino y letras? Algo cercano a Dios sería yo si pudiera darles vida (no es esa la intención de toda literatura, crear, como El, la realidad?). Por momentos, me siento tan embelesado, que a falta de una mejor explicación, atribuyo el sentirme así a un cierto narcisismo, como una pretensión venida de un sentido estético demasiado influido por la percepción occidental. Simple sibaritismo.
Pero, sobre ese momento, pienso. Luego se hace real el ‘cogito ergo sum’. No puedo ser únicamente el placer exclusivo. No quiero. Cuando más alejado me siento de lo mundanamente asfixiante, más presiento una necesidad de volver a mí. Pienso, exaltado por el alcohol, y me siento ‘trascender’.
Pienso en alcanzar ese tiempo en el que Woolf descubría una realidad inexpresada hasta entonces: la de cada momento y vivencia cotidiana que se acompaña de pensamientos que regalan a ese vivir una particularidad y esponteneidad personales, tal y como se siente el existir. Y entonces pienso en Proust, viviendo en la misma época, transformando cada instánte de su vida en algo patente, a través de la literatura, igual que ella, pero desde un ángulo distinto, quizá hasta opuesto, el de los sentimientos. Eran los dos parte de una época donde nuestra realidad personal, subjetiva, era una explanada inexplorada, tal véz enunciada como existente, pero nunca descrita con puntos y comas y a,b,c’s.
Cómo me siento existir realmente, como si sus palabras fueran una luz que mostrara el fondo de mi ser, de lo que ‘realmente’ creo ser. Todo lo demás, lo que sale afuera, es oscuridad, o como diría Woolf, a lo sumo, una pequeña parte de mí que sale a la superficie.
Entonces, pienso. Y me veo frente a una botella de vino – un casillero del diablo horrible, de lo peor, por cierto - en un tiempo en el que aunque fuera ellos, sería otro (aunque yo pudiera escribir). Es mi tiempo uno en el que se escriben blogs. Los libros epistológicos han quedado atrás, sin que nadie los extrañe. Sigo bebiendo. Publico. Intento pensar.

Sunday, July 10, 2005

Los signos de un mejor mañana

De qué me sirven tantos buenos signos?
El ave muerta y mano ennegrecida?
El doguillo, joyel incomparable
que la luz de la lámpara me envía?

Apartado de todo humano goce,
mi sola compañera es mi desdicha.
Por qué no está ya el templo en la ribera?
Por qué no enlaza el puente ambas orillas?

Goethe

Saturday, July 09, 2005

Meditar? III: Yo (el Tiger)

Hoy no hay por qué explicar. Me siento cansado. Cansado de creer que no soy yo el que despierta cada día.

DE LOS SUEñOS QUE SE QUEDAN DORMIDOS

Todos los días me despiertan mordiscos de asfalto
bajo un camisón que esconde piernecitas de hormigón.
Yo y mis alpargatas y una voz diminuta
seguimos durmiendo aunque lo demás se vaya a trabajar.

¿Quién es ése con los labios de humo?
¿Por qué ha guardado su conciencia en una cajetilla de cigarros?
Soy un cigarro a medio fumar.
Las piernas no quieren aprender a hablar.

¿Qué tierra es ésta donde he despertado?
¿Por qué quema tanto su polvo pegado en los labios?
“Despertáme cuando las crisálidas no caigan al suelo,
tostado su cascarón, reseco por no haber sido.”

Las calles están empedradas con quemaduras
donde han ído a dormir las últimas formas:
han dejado atrás a los caracoles sin tiempo,
y en su lugar han venido las fábricas
con cerebro.

“Tocá diez horas de una melodía mentirosa
de donde salga la espera de la selva primera”.
le digo todas las noches sin recibir respuesta;
ninguna de las olas que caen del cielo
roza el cuerpo del que está hambriento.

Al amanecer me despierta un olor de palabras:
“Tomá de un vals los pasos quebrados,
para que aprendan a bailar sin ritmos ajenos
las febriles tareas del que desespera”

Se peina despacio el humo asueñado.
Se ajusta la corbata el hormigón agrietado.
Todos caminan de mañana con el sol bajo el brazo,
y Yo, me he quedado dormido en la cama.

Monday, July 04, 2005

Meditar? II

Traiendo la poesía hasta el otro extremo de la historia, a tiempos contemporáneos, se ve que habla casi en los mismos téreminos acerca de esa búsqueda interminable del que escribe.
Por ser tan palmaria esa búsqueda en su poesía, García Lorca es mi preferido. Su manera de recrear el mundo desde el interior, no interiorizando lo que ve, sino haciendo depender de él a todo lo que lo rodea, como sujeto que hace posible su única realidad, me renueva la esperanza de encontrarme algún día conmigo mismo.
Qué descubrimiento es ver Nueva York arrellanado en el yo de Federico. Qué triste y duro es ser “yo”: éste es el camino que se descubre en el siguiente poema sacado de Poeta en Nueva York.

Federico García Lorca
Poema Doble del Lago Edén

Era mi voz antigua
ignorante de los jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

Ay voz antigua de mi amor!
Ay voz de mi verdad!
Ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estas aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pasado,
mientras mis ojos se queman en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Dejarme pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecuanda peces deslumbrados.
Dejarme pasar, hombrecillos de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana,
como lloran los niños del último banco,
porque no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que ronda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
mantando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no. Yo no pregunto, yo deseo.
Voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de pajes
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

Que no hay jachis

Ay tiriti tiriti trau
Y yo me meto en la cama y asi los nervios se calman,

Igual que un viejo vicio, te dejo atras.
Y ahora quien sera mi amigo? quien sera mi amante?
Y de nuevo yo. Siempre yo.

Y yo pensando en el chocolate, de rechupete.

Friday, July 01, 2005

Meditar?

Aunque la poesia es un medio de expresion que cada vez esta mas relegado a las aulas, tornandose cada vez mas ajeno a lo cotidiano y, por tanto, al arte contemporaneo, su validez como reflejo del sentimiento humano sigue siendo inigualable. Estamos cada vez menos acostumbrados al esfuerzo que requiere el abstraer ideas-sentimientos de las palabras, nosotros los disciupulos del cine MTV-sado. Probablemente la mayoria de mis lectores - mmm... eso suena a columnista famoso, no? pero eso de la mayoria se lee entre lineas asi: dos de los tres lectores - dejaran de leer esta publicacion ante el menor indicio de 'poesia'. No me queda mas que hacer el intento, esperando que alguno se tome unos minutos para entender la poesia como una meditacion: abstraerse, releer y cavilar sobre los signos entre letras. Con esa intencion en mente, quiero compartir algo de mi poesia preferida.
El primer extracto no es, en regla, poesia. Pero se adecua precisamente al concepto que queria transmitir, a saber, entender la poesia como forma de meditacion. Es poesia en su forma mas pristina y pura.

PS Me excuso por las tildes... no encuentro como ponerlas en la Mac.

Del Brihadaranyaka Upanishad
Primer Adhaya: Cuarto Brahmana

En el principio solo existia el Ser, en la forma de una persona.
Aquella miro a su alrededor, y no vio nada excepto su propio Ser.
Lo primero que dijo fue: "Yo soy"; asi fue como pronunciando su nombre, se
conviritio en yo. [...]

Tuvo miedo; por consiguiente todo aquel que esta solo tiene miedo.
Mas penso: "Si no hay nadie mas que yo mismo, por que tengo miedo?
En verdad el miedo no dura mas que un segundo. [...]

En el principio solo existia el Ser, unico. Aquel tuvo un deseo:
"Quiero una esposa para que me de descendencia y riqueza para poder ofrecer
en sacrificios".
En verdad esto es un deseo completo, pues incluso si hubiera deseado mas,
no lo hubiera encontrado.
Por consiguiente una persona sola tiene este deseo: "Quiero una esposa para
que me de descendencia y riqueza para poder ofrecer en sacrificios".
Y si no obtiene ninguna de estas cosas, cree que es incompleto.
Este es su estado completo: la mente es su ser - el marido -, el habla es
esposa, el aliento su hijo, el ojo toda la riqueza mundana, pues el la
encuentra con el ojo, y el oido su riqueza divina, pues el la oye con
el oido.
El cuerpo - atman - es su obra, pues con el cuerpo ejecuta sus acciones.
Este es el quintuple sacrificio, pues quintuple es el animal, quintuple el
hombre y todas las cosas.
Quien esto conoce obtiene todo lo demas.