Escucho, en mi habitación del hotel en Río Hondo, una canción de Elvis Costello, ‘Watching the detectives’. Me recuerda el libro de Auster ‘La ciudad de cristal’ donde el personaje principal se convierte en detective. En inglés sería un ‘Private Eye’; hace un juego de palabras con ‘Private I’: Mi yo privado. Pienso en lo que significa tener un ‘yo privado’, ese alguien que nadie más conoce y que apenas se llega a vislumbrar algunas veces en la vida, aunque en el fondo se sienta como la única realidad.
Yo temo ahora que el espejo encierre
El verdadero rostro de mi alma,
Lastimada de sombras y de culpas,
El que Dios ve y acaso los hombres.
Este verso de Borges habla de la dualidad de ser ese yo en el que se cree (el private I), que vive en la mente, adentro, oculto, y ese otro yo que se ve, el de la gente, el que hace cosas, como si el uno o el otro pudieran ser definidos completamente. Pasamos la vida creyendo que en alguno de los dos extremos está la verdad, el yo real. Como lo explica Kierkegaard, unos preferimos adentrarnos en nuestro mundo interior en detrimento del otro yo que el mundo ve, mientras otros olvidan que existe otro debajo de esa piel velluda y sudorosa, trabajando todo el día.
Pienso: I like my ‘Private I’, aunque a veces me invada una sensación de vértigo cuando presiento la distancia entre mi ‘Public’ y ‘Private’ I; en ciertas ocasiones es miedo de que alguien descubra lo que hay bajo la superficie – oscuridad?- , y en otras tantas es pánico por que se pierda para siempre en el pasado, sin haber pronunciado palabra. El verso de Borges habla también de ese temor. Ese rostro del que dice Borges tener miedo de ver en el espejo, existe, aunque sea sólo visto por Dios – pero Dios sólo se alcanza yendo hacia adentro, hasta encarar desnudo al yo - y lo atormenta con las sombras y culpas – la tristeza, la oscuridad y el pasado- que se esconden en él.
Existe alguna forma de acompasar estos dos tiempos de la vida? No es eso de alguna manera la razón misma de toda religión? Es todo ilusión, tanto lo mental como lo sensorial, lo imaginativo como lo material, son puro sueño, soñado por el yo que nos observa desde el otro lado. La vida es sueño, diría Calderón. Es un laberinto. No se toca fondo ni en uno ni en otro extremo, porque siempre hay algo que le precede, una pregunta anterior, una causa prístina que nunca se llega a conocer. Son las manchas del tigre de Borges que contienen a otros tigres, estos a otros, y así hasta el infinito. Buscar eternamente.
Esa es la ‘Historia del Tigre’. Esa es la historia que él, el Tiger, quiere contar. Quiere escribir sobre su búsqueda en el hotel, en su habitación y en el rostro de las meseras que atienden en el restaurante. Pero nada de eso existe. Es él quien lo tiene que hacer existir. Por eso, quiere encontrar la ‘escritura del tigre’, de la que dice Borges expresa la palabra divina que contiene ‘la infinita concatenación de los hechos’ y ‘la plenitud’.
Si el Tiger, sentado en esa habitación, en un momento de introspección pudiera contar la historia de lo que siente al presionar las teclas de su computadora, al pasar su mano sobre sus pies enfriados por el aire acondicionado o al oler sus manos impregnadas de cloro de piscina, se encontraría de pronto consigo mismo, en una epifanía, frente a Dios; encontraría la verdadera “Tigre Tale”; lo divino y lo humano se unirían... pero nada cambia, siente su cuerpo sentado sobre la cama de esa habitación de hotel que hoy existe y que mañana, cuando él ya no esté allí, desaparecerá, deglutida por el pasado.
Yo temo ahora que el espejo encierre
El verdadero rostro de mi alma,
Lastimada de sombras y de culpas,
El que Dios ve y acaso los hombres.
Este verso de Borges habla de la dualidad de ser ese yo en el que se cree (el private I), que vive en la mente, adentro, oculto, y ese otro yo que se ve, el de la gente, el que hace cosas, como si el uno o el otro pudieran ser definidos completamente. Pasamos la vida creyendo que en alguno de los dos extremos está la verdad, el yo real. Como lo explica Kierkegaard, unos preferimos adentrarnos en nuestro mundo interior en detrimento del otro yo que el mundo ve, mientras otros olvidan que existe otro debajo de esa piel velluda y sudorosa, trabajando todo el día.
Pienso: I like my ‘Private I’, aunque a veces me invada una sensación de vértigo cuando presiento la distancia entre mi ‘Public’ y ‘Private’ I; en ciertas ocasiones es miedo de que alguien descubra lo que hay bajo la superficie – oscuridad?- , y en otras tantas es pánico por que se pierda para siempre en el pasado, sin haber pronunciado palabra. El verso de Borges habla también de ese temor. Ese rostro del que dice Borges tener miedo de ver en el espejo, existe, aunque sea sólo visto por Dios – pero Dios sólo se alcanza yendo hacia adentro, hasta encarar desnudo al yo - y lo atormenta con las sombras y culpas – la tristeza, la oscuridad y el pasado- que se esconden en él.
Existe alguna forma de acompasar estos dos tiempos de la vida? No es eso de alguna manera la razón misma de toda religión? Es todo ilusión, tanto lo mental como lo sensorial, lo imaginativo como lo material, son puro sueño, soñado por el yo que nos observa desde el otro lado. La vida es sueño, diría Calderón. Es un laberinto. No se toca fondo ni en uno ni en otro extremo, porque siempre hay algo que le precede, una pregunta anterior, una causa prístina que nunca se llega a conocer. Son las manchas del tigre de Borges que contienen a otros tigres, estos a otros, y así hasta el infinito. Buscar eternamente.
Esa es la ‘Historia del Tigre’. Esa es la historia que él, el Tiger, quiere contar. Quiere escribir sobre su búsqueda en el hotel, en su habitación y en el rostro de las meseras que atienden en el restaurante. Pero nada de eso existe. Es él quien lo tiene que hacer existir. Por eso, quiere encontrar la ‘escritura del tigre’, de la que dice Borges expresa la palabra divina que contiene ‘la infinita concatenación de los hechos’ y ‘la plenitud’.
Si el Tiger, sentado en esa habitación, en un momento de introspección pudiera contar la historia de lo que siente al presionar las teclas de su computadora, al pasar su mano sobre sus pies enfriados por el aire acondicionado o al oler sus manos impregnadas de cloro de piscina, se encontraría de pronto consigo mismo, en una epifanía, frente a Dios; encontraría la verdadera “Tigre Tale”; lo divino y lo humano se unirían... pero nada cambia, siente su cuerpo sentado sobre la cama de esa habitación de hotel que hoy existe y que mañana, cuando él ya no esté allí, desaparecerá, deglutida por el pasado.
Ahora se rehúsa a pensar en abstractos. No quiere pensar más en el pasado, ni en ‘Dios’, ni en el ‘Yo’. “Esas palabras confunden” piensa. Está convencido de que quien lea lo que ha escrito, pasará encima de las letras sin apenas haber sido tocado por ellas. Sueña – el Tiger se da cuenta de ello cuando relee lo que ha escrito – con existir en cada muro, árbol, mesa y silla de ese hotel en Río Hondo, que arañan su carne.
2 comments:
Conozco el "public you", por supuesto, pero si alguna vez en alguna de nuestras conversaciones o silencios te he visto a los ojos y he podido ver y entender alguna de las manchas del tiger... de ser así, me siento feliz.
Comparto la idea de Hunapú, y espero (ingenuamente) sentirme feliz por eso.
Todos tenemos nuestras manchas, y la infinidad de espejos (los de Borges), son inevitables. La idea es precisamente esa, darnos cuentas de ellas y adentrar en nuestro verdadero "yo". (¿scary? o ¿scarry? ahí está)
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