cruzar la franja entera de las palabras que no encuentran voz,
como a vos quisiera todos los días decirte:
"aplastado por tu aliento que huele a mí,
voy disuelto en las miradas del mundo"?
¿Es posible la belleza sin pretensión,
como el silencioso verdor alrededor del cuello del río,
donde vos y la verdad, y desde abajo yo,
pensamos en hablar, encorsetados con pelos de pinceles
que dibujaron a salpicones el calor del Sol?
Nada dice de los pies ateridos la fugacidad posterior.
Las ligeras luciérnagas son en la oscuridad aunque yo no las vea.
Letargos siniestros formados por ausentes sonidos,
de ellos nada son, nada ha llegado hasta acá aún. ¿Está Dios?
Ausencia de mar abierto por la noche: abierta hacia la luz.
Donde todo es posible, la vida oscurece
estrellada en el fanal silencioso del que nada escapa,
orgullosamente dislocada, olvidada en un detritus.
El rabioso azar, atento al guiño de un ojo,
no sucumbe salivoso a Pavlov,
no cree en nada, prefiere el mutismo a la eternidad.
De esto yo nada sabría si de ti no supiera mis propias manos,
si de la gota irisada que estalla ante mis ojos,
no creyera yo que depende mi vida entera.