Wednesday, December 28, 2005
La historia de un despertar
Doblamos la filosa esquina del camino
Esperando perezosos el melifluo olor a estrellas;
Diletantes, como oscuros pensamientos,
Sonrientes, con espesas pestañas veteadas de sopor.
Era la hora de romperse las uñas en el asfalto
De arrastrar nuestra suerte desnutrida de inocencia.
Los faros, lejanos y aturdidos,
Los niños, sangrando sus oídos.
Pero era la hora, puntual, igual al tiempo, puntual.
Doblamos las estrellas afilando las esperas
Rezando a gatas, distrayendo las sonrisas
Por los rincones donde el sol se despereza
Del estertor del gran bostezo de los cielos.
Desesperamos.
Nos colgamos al pescuezo un par de puntos y una coma
Y despertamos con un silencio entre las cejas.
Todos nosotros. Solos.
Después llegó la hora de despertar las sonrisas
Vestidas de vespertinos arreboles rosáceos
Perdidos en el tiempo de los sueños
Atravesados por mi único aliento
Que susurraba, solo, un débil hálito de estrellas.
Después, el tiempo.
De doble cara su amanecer somnoliento,
Enderezando las esquinas, atravesando las esperas,
Dibujando pensamientos,
Desnudando las estrellas de su eterno olor a sueño.
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